Para ganar el cuarto título en 8 años, los Golden State Warriors pagaron lo que nadie en la historia (360 millones entre sueldos y multas salariales), gracias a que fue la organización que más se revalorizó en la década.
La NBA es una de las mas grandes organizaciones deportivas. Probablemente la mejor del mundo. Se busca ganar, alcanzar la gloria. Pero también es un gran negocio. Y los campeones Golden State Warriors, la franquicia del momento –y de la década-, es un ejemplo de cómo pueden convivir ambas facetas. Con éxito.
En 2021, los Warriors se convirtieron en la sexta franquicia de un equipo con mayor valor del deporte mundial, con 4700 millones de dólares, pero se calcula que a fin de este año, tras haber superado los 6000 millones (el promedio de la NBA es 1900), subirán en ese ranking elaborado por la revista Forbes, probablemente superando al Barcelona de España, el quinto en esa lista desde hace un año. Dallas Cowboys de la NFL, los Yankees de Nueva York en la MLB, los Knicks de Nueva York de la NBA, Barcelona y Real Madrid de la Liga eran los únicos que estaban por delante.
Pero los Golden State Warriors viene como un tren, siendo elegida la organización de la última década, por lo que ha crecido, ganado y revalorizado. Desde hace 12 años, cuando la compró el multimillonario empresario Joe Lacob, en 450 millones tras vender la parte minoritaria que tenía en los Celtics de Boston, su precio aumentó en un 1400%. Por ahora sólo los Knicks la superan en valor dentro de la NBA, luego de superar a los mismísimos Lakers en el 2021. Un imperio económico que va por más…
Hablamos de una franquicia que cambió el rumbo desde la selección de Steph Curry en el draft del 2009 (puesto N° 7) y que tuvo otros mojones fundamentales, las selecciones de Klay Thompson en 2011 (N° 11) y Draymond Green en 2012 (N° 35) y los fichajes de Bob Myers se convirtió en el general manager en 2012 y de Steve Kerr como entrenador en 2014. Los cinco han sido protagonistas esenciales de esta dinastía que logró cuatro títulos y llegó seis finales en estos últimos ocho años. Pero detrás del éxito deportivo hubo un plan de negocios que ayudó muchísimo, comenzando con el regreso a San Francisco y la mudanza del Oracle Arena de Oakland al Chase Center, un estadio más moderno que costó 1400 millones de dólares y tiene un aforo de 18.000 espectadores, pero sobre todo cuenta con una superior capacidad de ingresos. Por ejemplo, tiene 44 suites que pueden costar, por partido, entre 4.000 y 40.000 dólares, pero en general se alquilan anualmente, entre 1.2 y 2.25 millones. Incluye un mayordomo que atiende, una habitación con living y cama, y asientos premium en la octava final, muy cerca de la cancha.
El lugar y sus ubicaciones sirven para cualquier evento que se desarrolle en el estadio. Así es que el Chase Center, ubicado a pasos del centro, es la piedra base del imperio que permite que los Warriors sean los líderes de la NBA en ingresos no relacionados al básquet (471 millones), con una sucesión de eventos que no parece detenerse y que sostiene la llegada de dinero “las 24 horas al día, los siete días de la semana”.
A esta altura, podemos decir que los Warriors son más que un equipo, buscando convertirse en una especie de Disney. De hecho, se definen como “un líder global en experiencias y entretenimiento”. Sus ingresos directos van más allá de los 700 millones al año, cifra que aumenta exponencialmente cada año, más por el éxito deportivo de la franquicia. Solo por los partidos como locales en playoffs se generaron 100 millones. En primera ronda, cada juego dejó 7 millones de ganancias. Esa cifra saltó a 9 en la final del Oeste y a 15/16 durante la definición ante los Celtics. Para esto ha sido clave pasar de ser una franquicia de mitad de tabla a una de punta. Es verdad que habían sido campeones antes, en 1947 (cuando estaban en Philadelphia), 1956 (en su primera etapa en San Francisco) y 1975 (ya en Oakland, donde estuvieron desde 1971 y cambiaron su nombre de San Francisco a Golden State), pero sin poder sostener un poderío que ostentaban otros, como los Lakers y los Celtics (17 campeonatos cada uno). Hoy, ya con siete títulos, son los terceros en discordia, dejando atrás a los Bulls (6) y los Spurs (5).
Golden State tiene, además, sponsors para todo. En la camiseta cerró con el gigante japonés del e-commerce, Rakuten, por 60 millones y dos años. En 2019 se extendió el acuerdo luego de que la marca de la compañía se aumentará en un 300% por estar en la casaca del mejor equipo de la década. En 2021 sumó a FTX, como su plataforma oficial de criptomonedas. Golden State Warriors fue la primera franquicia en cerrar un acuerdo NFT, sin cifras oficiales, aunque se cree que alcanzó los 10 millones. ¿Resultados? Vendieron 3000 NFTs temático por 499 dólares cada uno. Verizon, la industria de las telecomunicaciones, está en el campeón, como en otros 14 equipos, buscando activar su plan 5G. Betway es su partner en apuestas desde hace un año y medio, y en pandemia cerró con Clorox como desinfectante oficial del estadio y la franquicia. Tiene un cognac, el famoso Henessy, un producto analgésico como Biofreeze y una empresa de transporte como Uber. También pusieron en marcha su propia productora para música, eventos y productos audiovisuales Golden State Entertainment y crearon una plataforma (Suitexchange) para gestionar las suites y palcos de lujo del Chase Center, buscando convertirse en “el StubHub” de las experiencias de lujo en los eventos deportivos y artísticos.
Todo esto, claramente, le permite recaudar mucho dinero y tener una billetera importante para luego gastar en jugadores, entrenadores y toda la enorme logística de un equipo de punta de la NBA. Hoy los Warriors tienen el plantel más caro con casi 179 millones en salarios y que, para la próxima temporada, ya tiene ya garantizados 179 millones, con todavía siete jugadores por renovar contrato. En esta temporada, Curry se llevó 47.8 millones, Klay Thompson embolsó 38, Andrew Wiggins 31.6 y Draymond Green, 24. Entre los cuatro, entonces, los warriors gastaron 141.4 millones, más que 19 de las 30 franquicias en total.
La NBA tiene un tope salarial, que se impuso en 1984 para igualar las oportunidades de ser campeón. Pero, de a poco, sobre todo para poder lograr que los equipos retengan a sus principales jugadores y se genere una identificación de la gente con sus ídolos el límite se ha ido corriendo, con excepciones salariales hasta convertirse en un tope suave (a diferencia de la NFL y la NHL, que tienen topes duros), como se le dice, convirtiendo algo simple en complejo y que hace que las franquicias tengan especialistas para aprovechar los resquicios legales que permiten. El tope se calcula dependiendo de lo que pasó en la temporada anterior, esta temporada fue de 112.4 millones, aunque el verdaderamente importante es, desde cuándo se paga el impuesto de lujo, algo que se instauró en 2002 para penalizar a aquellos equipos que gastan demasiado, con una escala. La multa es de 1.50 dólar por cada dólar que supere el tope -que en esta temporada fue de 136.6 hasta los cinco millones, entre 5 y 10 millones se sube a 1.75 por dólar superado y trepa a 3.75 si se pasan los 20 millones.
Los Warriors no habían pagado impuesto de lujo hasta la temporada 15/16, cuando tuvieron que darle un contrato a Curry y desde ahí han estado en la cima de los que más gastan. En esta temporada se convirtieron en el equipo que más dinero desembolsó en sueldos y, si sacamos cuentas, en el luxury tax abonó más que en salarios: 184 de penalidad contra 179. El total da la friolera de 363 millones, cuando antes nadie había superado los 350. El ejemplo opuesto es Oklahoma City Thunder, que armó un plantel muy austero, lleno de jóvenes talentos, que le permitieron gastar sólo 78 millones, 100 menos que los Warriors. Cómo será que, a último momento de la fase regular pasada, salieron a contratar jugadores, como el argentino Gabriel Deck, para no pagar la penalidad que también existe para la baja hay un mínimo salarial a respetar para que las franquicias tengan siempre equipos medianamente competitivos.
Para algunos lo que está pasando con los Warriors es una locura, según reportó el periodista Zach Lowe. Durante los dos años que los Warriors no llegaron a playoffs (por las lesiones de Thompson y Curry), nadie dijo nada, pero en cuanto los de la Bahía han regresado a las Finales, algunos propietarios alzaron la voz sobre ese gasto excesivo que, creen, les da una enorme ventaja competitiva desde lo que supone jugar en un mercado de la magnitud del que ofrece San Francisco, cuarta ciudad más poblada de California y N° 13 en todo USA, con casi 3.500.000 de habitantes en zona urbana y 4.500.000 en la metropolitana. De repente, en menos de una década, los Warriors se han convertido en una mina de oro y en la gerencia no escatiman gastos, sabiendo que el éxito deportivo es fundamental para una franquicia que, según creen, “está empezando a rascar la superficie de un profundo potencial”.
Los Warriors tienen la chance de seguir ganando, porque Curry (a los 34 años), el jugador que revolucionó el juego, se halla en plenitud, estando en el Top 5 de la competencia, Klay Thompson (32) volvió muy bien tras 941 días inactivo por la grave lesión de rodilla sufrida en las finales 2019 y Draymond Green (32) sigue siendo un obrero de lujo. Este Big 3 ha sido la base de los cuatro títulos y ahora, con grandes elecciones de draft y fichajes quirúrgicos, han vuelto a formar un gran equipo, luego de sufrir por dos temporadas, una de las cuales desembocó por las lesiones de Klay y Curry en el peor récord de la NBA (marca de 15-50). Pero los Warriors volvieron, cuando nadie lo creía, y volvieron más fuertes.
Ahora tienen un desafío por delante: mantener este plantel. Nada sencillo porque cuando el status de los jugadores aumenta, y con eso sus pretensiones y salarios. En la 22/23, Curry cobrará 48 millones, Klay ascenderá a 40, Wiggins 33.6 y Green, 25.8. A ellos se suman, con contrato, Jordan Poole y tres de las últimas selecciones del draft: James Wiseman (el versátil pivote de 2m16 del que se espera mucho tras ser la segunda selección del 2020), el interesante congoleño Jonathan Kuminga y Moses Moody. Deben renovarles a Kevon Looney (pivote rendidor y que entiende muy bien su papel, desde hace años), Andre Iguodala (veterano de 38 años, ex MVP de Finales, que ahora aporta más con su liderazgo y debe definir si sigue o se retira), Gary Payton Jr, Otto Porter (dos suplentes valiosos), Nemanja Bjelica, Damion Lee y el mexicano Juan Toscano. Los últimos tres, claramente los más prescindibles, que igualmente buscarán cerrar por el contrato mínimo.
La gerencia lo tiene claro: quiere tocar lo menos posible este plantel que tiene química adentro y buena onda afuera del campo. “Haremos un esfuerzo por mantener a este equipo intacto. Me gusta el balance entre jóvenes y veteranos”, adelantó Myers. “Tenemos una idea de lo que vamos a hacer, eso está claro. Tenemos un gran roster y no creo que haya grandes cambios”, agregó Lacob, quien se explayó sobre su filosofía económica. “No gastaría tanto en mis rosters si pensara que no pueden ser campeones. Voy a gastar hasta el último dólar que necesite. Sé que hay otros que no pueden hacerlo. O que no quieren. Pero nuestro negocio va bien, así que todavía podemos gastar un poco más”, dejó claro.
Sin contar las renovaciones, los Warriors tienen ya 178 millones comprometidos, cuando el salary cap se calcula que estará en 121 y el impuesto de lujo, en 147. Renovando a todos o buscando jugadores para completar el roster, alrededor de nueve lugares, Golden State gastará al menos 30 millones más, superando entonces los 200 y teniendo que pagar penalidades por cerca de 230. Es decir, el gasto rondará los 450 millones. Justamente lo que se pagó por toda la franquicia en 2010.
Impactante.
Fuente: infobae
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